A 50 años del 2 de octubre de 1968

Cuando tomé el libro “La noche de Tlatelolco” de Elena Poniatowska tenía muchas dudas acerca del Movimiento Estudiantil de 1968, del contexto político nacional de aquél entonces y, sobre todo, no sabía ni el cómo ni el porqué de algo tan brutal como lo ocurrido en Tlatelolco, el 2 octubre de ese mismo año. Si bien el libro no ofrece una visión totalizadora de los acontecimientos, sí brinda una idea general acerca de los mismos. Además, la narrativa utilizada por la autora permite al lector conocer puntos de vista diversos y formarse un criterio sobre lo sucedido. A continuación, presento -a manera de resumen- los textos que esclarecieron algunas dudas respecto a tantas interrogantes y que me ayudaron a entender al Movimiento que marcó para siempre la vida política de México. Algunas preguntas, quedarán aún sin responder…

 

LA TRASCENDENCIA DEL 2 DE OCTUBRE

“Sin duda fue una lucha con un costo altísimo. Quienes murieron esa noche jamás regresarán y tenemos una deuda muy grande con ellos, porque los de esa generación tienen su palomita. Se iniciaron en la discusión política nacional con una inmensa desventaja y a la larga resultaron vencedores. El 2 de octubre y las marchas, hace cuarenta y cuatro años (ahora cincuenta), sirven para darles calor a todas las luchas actuales, las que nadie pela”. (Elena Poniatowska, página 53)

Yo no creo que estas luchas estén aisladas las unas de las otras. Por el contrario, creo que podemos decir que, a partir de la huelga nacional de 1956, se abrió en México un proceso de ascenso de las luchas estudiantiles. El Movimiento Magisterial de 1958, el Ferrocarrilero de 1958-1959 y las manifestaciones de solidaridad con Cuba fueron hechos que impulsaron dicho proceso, que tiene un punto culminante precisamente en 1968. Probablemente el Movimiento Estudiantil espera ahora el “relevo” del movimiento obrero y de las luchas campesinas. (Pablo Gómez, de la Escuela Nacional de Economía de la UNAM, miembro de las Juventudes Comunistas, preso en Lecumberri, página 58).

 

EL MIEDO DEL GOBIERNO

Pienso que la fuerza y la importancia del Movimiento Estudiantil se la dio la represión. Más que ningún discurso político, el hecho mismo de la represión politizó a la gente y logró que la gran mayoría participara activamente en las asambleas. Se decretó que en cada escuela habría paros y allí mismo surgió la idea de las brigadas y de los comités de lucha en cada facultad. Los brigadistas eran muchachos y muchachas de la base estudiantil que realizaban todo tipo de actividades, desde recolectar dinero hasta hacer mítines relámpago en la calle, en los barrios más alejados, en las colonias proletarias. Las grandes manifestaciones fueron una de las armas políticas más eficaces del Movimiento. (Carolina Pérez Cicero, estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, página 55).

Nunca se habían visto en México manifestaciones espontáneas tan grandes y tan extraordinariamente vivas como las estudiantiles. […] En realidad el Movimiento Estudiantil sacudió a la sociedad mexicana y por el gobierno empezó a tener tanto miedo. (Félix Lucio Hernández Gamundi, delegado de la ESIME del IPN ante el CNH, preso en Lecumberri, página 55).

 

MUJERES

Las mujeres le dieron al movimiento muchas de sus características de combatividad, recuerdo a algunas compañeras: Mirta de la vocacional Wilfrido Massieu, Tita y Nacha de Derecho, Bertha de Medicina, Mari Carmen, Evelia, Betty de Cinencias, Consuelito, Marivilia y Adriana de Preparatoria, Marcia, por supuesto, miles más. En verdad, miles más y, como grupo, las maravillosas muchachas de Enfermería del Poli, las de Ciencias Biológicas, las de Medicina de la UNAM, etcétera. En la toma del Casco, las compañeras de Enfermería se portaron como verdaderas valientes. Lo Adelita les salió espontáneamente, del corazón. Curaron a los compañeros heridos, los sacaron del Casco, los atendieron sin importarles el peligro. Todas ellas se han ganado, a base de valor y compañerismo, un lugar preponderante en el Movimiento…

En una ocasión nos avisaron por teléfono que la porra había tomado una Prepa. Inmediatamente organizamos a un grupo grande de estudiantes de CU para que fueran a ver lo que sucedía. En el camión de Economía se sentaron cuatro muchachas de mi escuela. Les ordené:

– Bájense inmediatamente. Sólo vamos a ir hombres.

Indignadas, me contestaron que el Che admitía mujeres en la guerrilla y que me fuera inmediatamente al diablo. Yo les insistí y ellas, aparentemente accedieron a bajarse del camión. Me metí a la escuela y, luego, subí nuevamente al camión y emprendimos la marcha. Llegamos a la Prepa como trescientos muchachos y… cuatro muchachas en el camión de Economía, sentadas en la parte de atrás, donde no se veían muy fácilmente. Por fortuna no pasó nada y regresamos en santa paz a CU (Ciudad Universitaria).

En el último discurso de la manifestación silenciosa, cometí un error del que hoy me arrepiento. Incluí una frase por demás impropia: “No lloremos como mujeres lo que no supimos defender como hombres”. Al día siguiente de la manifestación, al llegar a mi escuela estaban dos brigadas de muchachas esperándome. Me pasé horas explicándoles, entre gritos y justas reclamaciones, que era un sentido metafórico la tal cita. Después me disculparon amablemente y a los dos días me llevaron un riquísimo pastel que los de la brigada de guardia devoramos con algunos otros compañeros. (Eduardo Valle Espinoza, Búho, del Consejo Nacional de Huelga).

La mayoría de las niñas que van a Filosofía y Letras pertenecen a la pequeña burguesía. Es gente que nunca ha tenido problemas económicos y estudia una carrera así como podría tomar clases de pintura o de historia del arte. Para ellas la cultura es una monada. Pero durante el Movimiento muchas de las que viven en el Pedregal, en las Lomas, en Polanco, daban dinero, iban a las manifestaciones, “volantearon” en las calles, y había una gran cantidad de niñas popis y niños popis -porque la Facultad de Filosofía y Letras es una de las más popis de la Universidad- que pintaron paredes y jalaron muy parejo. A partir del mes de agosto, cuando los del CNH y otros decidieron quedarse permanentemente en CU, las muchachas les llevaban comida, pan, ropa, y en sus coches transportaban gran cantidad de volantes y el papel para los mimeógrafos, que es muy pesado. Como había un ambiente de discusión política, adquirieron una visión distinta de la relación entre gobernantes y gobernados. El Movimiento politizó a mucha gente. La Ibero, que es la “fresiza” en su máxima expresión, también hizo pintas, repartió volantes y asistió a las manifestaciones, a pesar d ellos macanazos. Yo creo que el Movimiento Estudiantil nos hizo mucho bien a todos. (Carolina Pérez Cicero, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM).

 

“UN GRAVÍSIMO PELIGRO”: LA FALACIA DEL GOBIERNO

Claro que había cuates que decían que había que aprovechar las Olimpiadas, la cantidad de público, para exponer nuestros problemas, y claro que nosotros teníamos conciencia de ser la nota disidente, la mancha que estropea la imagen, como cuando el presidente va a un pueblo y entre las mantas de “Bienvenido” y “Muchas Gracias” aparece una que dice: “No tenemos agua, no tenemos luz”. Nosotros éramos la voz discordante dentro del coro de los elogios pero de allí a querer sabotearlo todo, ¡Hay un largo trecho! ¡Y de allí a lograrlo hay otro más aún! Es más, dentro del montón de chavos -porque había unos cuantos entendidos pero los demás no eran sino montoneros-, la desunión y la inconsciencia llegó a tal grado que después del 2 de octubre hubo muchos cuates, mucha raza, que si no asistió a los Juegos cuando menos los vio por televisión. ¡Y esto a mí me revuelve el estómago! Pensar que podían ver los actos sobre el cadáver de los compañeros muertos y sobre los miles de desaparecidos que sabíamos encarcelados pero de los que no teníamos seguridad. ¡Y allí estaban los tarados aplaudiéndole al sargento Pedraza! ¡Qué aguante el de la raza! (Vicente Saldaña Flores, de la ESIME del IPN).

¿Cómo es posible que el gobierno considerara un “gravísimo peligro” a un puñado de muchachos y muchachas? Resulta ridículo sobre todo si se sabe que el gobierno cuenta con un aparato de represión poderosísimo y ejerce un control casi absoluto sobre los medios de información ¿Qué peligro, qué “gravísimo peligro” no puede controlar el gobierno actual? Yo creo que el único que no puede controlar es el de su propia conciencia, porque si los miembros del gobierno tuvieran la razón y gobernaran como se debe no le temerían a nada ni necesitarían escudarse en la fuerza ni en la injusticia para sostenerse. Además, gran parte de la población es pasiva, entonces ¿Qué? ¿Qué se traen? Llevan todas las de ganar. (Ernestina Rojo González, de la Facultad de Leyes de la UNAM).

Uno empieza a saber lo que es un gobierno, se da cuenta de lo que es, cuando este gobierno lanza los tanques a la calle. (Alonso Salinas Moya, de la Escuela de Odontología de la UNAM).

En la cárcel hemos conocido la solidaridad en su verdadera dimensión: estudiantes maestros y distintas personas constantemente nos la manifiestan. Personalmente me siento orgulloso y agradecido de la actitud de mis compañeros de la Facultad de Ciencias. No han dejado un momento de manifestarnos su presencia en distintas formas. A lo largo de dos años creo que nunca me he sentido realmente “separado” de mis compañeros. (Gilberto Guevara Niebla, del CNH).

 

ESTRATEGIA DEL GOBIERNO: DESPOLITIZAR

Una cosa se corresponde con la otra: la notoria despolitización del mexicano se identifica plenamente con su evidente amoralidad, con la irremediable desidia que le provoca la mera idea de indignarse ante cualquier forma de injusticia. Despolitizar no es sólo convencer a todos los ciudadanos de la inutilidad de preocuparse por los asuntos públicos, de la inexorabilidad de todas las decisiones al margen de cualquier posible intervención de la voluntad colectiva. Despolitizar no es únicamente volver la tarea de la administración de un país asunto mágico y sexenal, resuelto a través de una pura deliberación íntima: también despolitizar es privar de signos morales, de posibilidad de indignación a una sociedad. Es aniquilar la vida moral como asunto de todos y reducirla al nivel de problema de cada quien: es decir, la muerte de la moral social y el estímulo a la moralidad pequeñoburguesa, hecha de la necesidad de prohibir, nunca, como en el caso de la verdadera moral, de la capacidad de elegir. (Carlos Monsiváis, “La Cultura en México”, 1968, página 2014).

 

UN OBISPO DIFERENTE

He venido a ver a los presos políticos y seguiré viniendo cuantas veces me dejen entrar. ¿Me estoy enfrentando al gobierno, pregunta usted? Si alguien me dice y me comprueba que estoy cometiendo algún delito, seré el primero en reconocerlo pero nunca he sabido que sea delito visitar presos, hombres privados de su libertad y sometidos a humillaciones, vejaciones y sufrimientos…

Dije una misa el 2 de octubre por los muertos de Tlatelolco, en Cuernavaca, y pedí que el 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe, se leyera una homilía que le envié a todos los párrocos hablando sobre el acontecimiento nacional de la injusticia y falta de comprensión que se comete para con los presos que estuvieron involucrados en los sucesos del conflicto estudiantil del año pasado.

[…]

Solidaricémonos, hermanos, como cristianos, ante el sufrimiento y desesperanza de nuestros hermanos: los presos mismos, sus padres, sus familiares y sus compañeros. Tomemos conciencia de nuestra común responsabilidad en la promoción o en la decadencia del bien común. Todos somos responsables, en efecto, y no podemos permanecer indiferentes y excusarnos ante el sinnúmero de abusos en la administración de la justicia, abusos que se hacen más notorios cuando se trata de los débiles y marginados económica, social o políticamente.

Tales abusos han engendrado y engendran muchas inconformidades, particularmente entre los jóvenes.

(Mons. Sergio Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca, frente a la cárcel de Lecumberri, 1969, página 196).

Le escribí a José Revueltas pidiéndole los nombres de los presos políticos para que los párrocos rueguen por ellos. Por lo menos, esto sirve para crear conciencia, una conciencia nacional. (Mons. Sergio Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca, página 196.)

Puedo declararles a ustedes que en toda mi actuación me ha movido el convencimiento de que no puedo abandonar a mis hermanos los hombres sin dar un signo válido de que el cristiano en cuanto tal debe condenar cualquier forma de injusticia, particularmente cuando la injusticia se hace institución, y se impone aún a los mismos hombres que la cometen. Llevamos años de tolerar muchas injusticias en nombre del mantenimiento del orden, de la paz interior, del prestigio exterior. (Mons. Sergio Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca, página 197.)

 

2 DE OCTUBRE: LA NOCHE DE TLATELOLCO

Después de muchas experiencias positivas, después de que la gente empezaba a sentir que podía influir en política, discutir decisiones, participar, darse cuenta que los acontecimientos podían depender de su acción y no simplemente caerles desde arriba -como del cielo-, vino el golpe brutal del 2 de octubre y hubo un sentimiento tremendo de impotencia, de fracaso. Pero el saldo del Movimiento, con todo y los muertos, la barbarie y el terror, es positivo porque la gente ha empezado a vivir sabiendo que todo es político y, aunque las condiciones no permiten una actividad política abierta, hay muchos que trabajan. (Carolina Pérez Cicero, de Filosofía y Letras de la UNAM, página 141).

Los jóvenes pagaron con sangre su sed de justicia, pero ¿por qué tiene que ser tan cara, si protestar y denunciar es un derecho de toda la humanidad? (Manuela Garín, madre de Raúl Álvarez Garín, estudiante de la UNAM, página 41).

El 2 de octubre hubo muerte, miedo, injusticia, pero también conciencia y lealtad. A pesar del peligro, los habitantes del edificio Nuevo León en Tlatelolco se solidarizaron con los muchachos y los escondieron o los sacaron de sus departamentos al amanecer después de haberlos cuidado toda la noche. (Elena Poniatowska, página 41).

A mí me da mucho coraje cuando oigo decir que los estudiantes saquearon los comercios, las tiendas, los establecimientos abandonados del edificio Chihuahua. Ellos no fueron los que se dedicaron al pillaje, en cambio los agentes de guante blanco y algunos soldados bien que rompieron aparadores y se llenaron las bolsas. Puedo certificarlo porque yo lo vi. (Angelina Rodríguez de Cárdenas, madre de familia).

Soldados armados con ametralladoras disparan a todo aquello que se mueve, sobre todo en las ventanas de los edificios cercanos. (Lorenzo Calderón, Alfonso García, Vicente Orozco, vecinos de la Unidad Nonoalco-Tlatelolco).

Se llevaron los muertos quién sabe a dónde.

Llenaron de estudiantes las cárceles de la ciudad. (José Carlos Becerra)

 

 

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